Ilusiones Perceptivas

Ilusiones Perceptivas

Las ilusiones son infinitas y maravillosas, cada vez son más los científicos que tratan de explorar el mecanismo que subyace a ellas y cada vez somos más los humanos que las cotilleamos y queremos conocer nuevos detalles o nuevas ilusiones.

La pena es que una vez sabemos que se trata de una ilusión, en muchos casos podemos dejar de ver la ilusión (disminuye el llamado poder ilusorio).

Asimismo, lo que más me maravilla de las iusiones es que esto último no siempre es así; hay ocasiones de que nuestro cerebro no es capaz de dejar de ver la ilusión pese a que sabemos que se trata de una ilusión, ¿curioso, eh? ¡Pues de eso va el apartado!

Percepción
Interpretación de lo que ven los ojos
Ilusión de Ebbinghaus
Errores del cerebro

Percepción

La percepción es el proceso de interpretación y procesamiento que nuestro cerebro hace de la información (estímulos) que ha recibido procedente de los cinco sentidos (vista-ver, oído-oír, olfato-oler, tacto-tocar, gusto-gustar), así como sus derivados y combinatorias (percepción térmica, espacial, temporal, sinestésica, propioceptiva, magnética, cenestésica…).

Como curiosidad, ten presente que los seres humanos somos eminentemente visuales (es el sentido que más utilizamos por regla general), pero nuestro mayor órgano es la piel, con lo que el que más percibe (y el que más ignoramos inconscientemente) es el tacto. Pese a esto y dado el canal de comunicación a través del cual estoy llegando a ti, los contenidos que aquí aparecerán serán en su inmensa mayoría relacionados con la visión.

La percepción visual tiene tres grandes procesos: usar los ojos, interpretar lo que han captado los ojos y actuar en base a lo que hemos interpretado. Te cuento de lo que van

                Hacer uso de los ojos es algo plenamente inconsciente, cuando nacemos nuestros ojos ya saben todo lo que tienen que hacer para mandar la información al cerebro. Principalmente, los ojos tienen en cuenta detalles como la distancia a la que está lo que estemos mirando, la luz que haya (recuerda que sin luz nuestros ojos no ven), el tamaño que tiene el objeto, si está en movimiento o está quieto, la coloración que tiene (hay tantos colores como franjas del espectro visible humano podamos determinar, se estima que en torno a los 10 millones), la textura aparente, etc.

                Acto seguido, la información captada por los ojos llega al cerebro a través del nervio óptico y entonces comienza el segundo proceso: darle sentido a lo que estamos viendo, interpretar. Supone conectar lo que estamos viendo con lo que ya sabemos (darle un nombre, sentir una emoción) e incluso evocar algo que en sí mismo no lo han captado nuestros ojos pero nos lo ha recordado lo que hemos visto.

                Los dos procesos que he comentado se llevan a cabo de manera automática, es decir, no podemos evitar que nuestros ojos funcionen si los tenemos abiertos y no podemos evitar que nuestro cerebro interprete lo que han visto éstos. Ahora bien, hay un tercer proceso que es semiautomático, a veces lo podemos controlar y otras veces no.

Estamos hablando de reaccionar ante lo que hemos percibido: puede ser que tratemos de volver a mirar lo que ya hemos mirado (por ejemplo, cuando estamos estudiando) o aprender de lo que hemos visto para sacar algo en claro o reflexionar con respecto a lo que hemos visto. También nos puede generar respuestas motoras, si por ejemplo lo que hemos visto es un león, es muy probable que actuemos en base a lo que hemos visto y salgamos corriendo; si por el contrario lo que hemos visto es amistoso o es una persona a la que queremos mucho, cabe esperar que la respuesta que llevemos a cabo sea totalmente la contraria a la del león.

Y aquí concluye lo concerniente a la percepción, si quieres saber en base a qué interpretamos la información que recibimos de los ojos o por qué nuestro cerebro no siempre atina con la interpretación que hace de la realidad percibida, te invito a que sigas investigando las dos siguientes publicaciones.

Interpretación de lo que ven los ojos

La interpretación de la información proveniente de los sentidos es todavía un verdadero misterio, pues mayoritariamente empleamos métodos indirectos para comprender el funcionamiento in vivo del cerebro.

Así, en lo concerniente a la vista, se van elaborando una serie de leyes, principios o funcionamientos que se ha observado que se suelen cumplir: la de proximidad; la de cierre; la de continuidad; la de constancia forma, tamaño, color; la de figura y fondo; la de experiencia; la de semejanza y la de ambigüedad. Vamos a dar unas pinceladas de ellas.

La ley de la proximidad básicamente dice que nuestra mente tiende a agrupar elementos que ve juntos. En la imagen de debajo, nuestro cerebro interpreta que hay 4 grupos de círculos y 3 sueltos, da más sensación de agrupamiento de 4 el grupo de la derecha que el de la izquierda y el grupo más numeroso lo vamos a calificar de más caótico que los demás. Es decir, aquí no diríamos que vemos 24 círculos, sino que simplemente diríamos que son “grupos de círculos”, y todo porque no se hallan cerca unos de otros.

En cuanto al principio de cierre, nuestro bonito melón cuando ve un elemento al que le faltan partes, le da igual y le da el nombre como si estuviera completo, es decir, nuestro cerebro “se inventa” la parte que falta para darle un sentido a lo que estamos viendo. Por ejemplo, en la foto de aquí abajo es muy fácil intuir que estamos viendo un cuadrado pero… realmente no hemos dibujado un cuadrado, sino que hemos dispuesto una serie de líneas más largas y cortas y da la sensación de que estamos viendo un cuadrado.

En lo que al principio de la continuidad se refiere, aparece cuando tenemos que seguir un elemento a través de una línea recta o curva y consiste en que nuestro cerebro va a tender a crear líneas y consecuciones de elementos aunque como tal no se presente. Así por ejemplo, lo primero que detectamos del dibujo de abajo es que hay una continuación de círculos que forman una línea y el resto de círculos están haciendo cosas raras, pero realmente lo único que se ha dispuesto es un montón de círculos verdes diseminados.

La constancia de la forma, del tamaño o el color consiste en que nuestro cerebro congela la forma que tienen los objetos, así como su tamaño. Así por ejemplo, en la foto de aquí abajo nuestro cerebro interpreta que hay una habitación normal y que todos los elementos están a una determinada distancia, pese a no tener evidencias para calcular la distancia y el tamaño real.

¿Qué pasa entonces si metemos un referente de tamaño diferente? ¿A que ahora el sillón no es del tamaño que te esperabas?

Nuestro cerebro no sólo hace constante el tamaño y la forma de las cosas, también juega algunas veces con nuestra mente a través de los colores. Así por ejemplo, tu cerebro tiene en sus interpretaciones que las fresas son rojas porque así lo recuerda, pese a que los ojos hayan captado que tienes delante unas preciosas fresas azules riquísimas.

Es decir, mentalmente congelamos que las fresas son rojas y no concebimos que existan fresas azules. Siento decirte que no estamos ante una imagen trucada, estas fresas azules son reales.

En la imagen del sillón anterior, no sólo tiene lugar el error de dar por sentado el tamaño del sillón, sino que también el cerebro a veces no sabe si un objeto pertenece al fondo o bien a la figura. Por ejemplo, en la foto de aquí abajo, ¿hay cuerpos de perfil o columnas? Si ves las columnas, es porque tu cerebro está interpretando que el resto de detalles que hay al lado de las columnas son un fondo; si por el contrario eres capaz de ver los cuerpos de perfil, en este caso habremos creado un fondo con lo que antaño eran columnas.

Asimismo, la ley de la experiencia radica en que nuestro cerebro tira de la memoria para darle un sentido a lo que estamos viendo a través de lo que en otro momento vimos. Así por ejemplo, ¿aquí qué estás viendo?

Lo habitual es que el cerebro interprete diferentes letras M amarillas. Ahora bien, vamos a cambiar la manera de dibujar la letra, ¿sigues viendo una M o te ha evocado a una conocida marca de hamburguesas? De este modo, tus ojos han visto una M, pero tu cerebro ha evocado a través de la ley de la experiencia a McDonalds®.

¿Todo esto te suena a publicidad y marketing? ¡Buen ojo! Ten en cuenta que gran parte de los estudios y el trabajo que se lleva a cabo con el marketing están cimentados en torno a la manera que tiene el cerebro de procesar la información.

Volviendo a las batallitas de las leyes perceptivas, existe también la llamada ley de la semejanza, a través de la cual nuestro cerebro tiende a asociar aquellos elementos que se parecen entre sí. En la foto que hay aquí debajo, puedes ver como tu cerebro asocia círculos con círculos y cuadrados con cuadrados mentalmente (como si los círculos formasen una +), independientemente de si los pintamos de color rosa o azul. Ahora bien, en la imagen de la derecha es tentador para tu cerebro asociar los elementos por color, pasando de tener los grupos “círculos” y “cuadrados” a tener “figuras rosas” y “figuras azules”.

Por último y no menos importante, tenemos la ley de la ambigüedad, que básicamente consiste en que nuestro cerebro cuando no cuenta con todos los elementos perceptivos para identificar lo que está viendo, tiende a rellenar el hueco con lo primero que se le ocurre. Por ejemplo, en la foto tienes la silueta de un caballo, ¿está mirándote o está de espaldas?

Ni una cosa ni otra, no podemos saberlo, pero nuestro cerebro siempre verá en primer lugar una silueta del caballo con una dirección. Ahora bien, si al cerebro le damos con Paint alguna pista más para interpretar la imagen, inequívocamente determinará si el caballo nos mira o si está mirando hacia el fondo.

Y aquí concluye la charleta sobre los principios perceptivos más conocidos que utiliza el cerebro para interpretar la realidad que capta a través de los sentidos. Para que veas la aplicación práctica de hasta qué punto nuestro cerebro es capaz de transformar los elementos que nuestros ojos perciben, te invito que entres en la tercera publicación de esta subsección y veas cómo se aplica de manera práctica todo lo que te he contado sobre las interpretaciones del cerebro y te maravilles de hasta qué punto tienes bajo el cráneo un aparatejo la mar de complejo.

Asimismo, por si te apetece seguir leyendo sobre el tema de errores que nuestro cerebro comete, en la cuarta publicación de la sección sobre ilusiones perceptivas te cuento un poquito más sobre las ilusiones perceptivas, así como alucinaciones y demás distorsiones que nuestro complejo cerebro lleva a cabo.

 

Ilusión de Ebbinghaus

Antes de empezar a contaros qué le pasa a esta ilusión, confesaré que esta ilusión ha sido desde hace muchos años mi debilidad, en algún momento despertó mi inquietud de saber cómo funcionaba y estudiarla; tanto es así que el trabajo de final de carrera que llevé a cabo en su día (corría el año 2014…) fue una investigación científica exclusivamente sobre ilusiones ópticas y más concretamente sobre esta ilusión de la que hoy vengo a hablarte. Procedo a las presentaciones oficiales.

Lo curioso de esta ilusión es que, contrariamente a lo que pueda parecer, los círculos centrales que puedes ver en la foto son exactamente idénticos.

Te dejo unos segundos para que vuelvas a mirar la foto.

Sí, vuelve a mirarlos por quinta vez si quieres o coge una regla para medirlos, pero por más que los mires nunca podrías verlos iguales, puesto que nuestro cerebro interpreta erróneamente que el círculo que está rodeado por círculos más grandes es más pequeño que el que se encuentra rodeado de círculos más pequeños.

Evidentemente, el error se da cuando rodeamos de círculos más grandes y más pequeños los dos círculos. Tiene mucho que ver con las leyes perceptivas que utiliza nuestro cerebro y que te conté al principio de las publicaciones sobre cómo interpreta nuestro cerebro la información recibida por los ojos. Básicamente, aquí se ha estudiado que entran en juego dos leyes:

  • La ley de la semejanza: nuestro cerebro tiende a agrupar lo que se parece y a ponerles una etiqueta. Así, nuestro cerebro agrupa los círculos que son más grandes que el central y los rotula de “grandes”, con lo que etiqueta el central de más pequeño. Acto seguido, agrupa en el otro lado los círculos que son más pequeños y los encasilla en “pequeños”, dejando así la etiqueta grande para el central (Massaro y Anderson, 1971).
  • La ley de figura fondo: los objetos que son más grandes tienden a ser percibidos como la figura y los más pequeños como el fondo. De este modo, si el central rodeado por círculos grandes forma parte del fondo y el central rodeado por círculos pequeños es la figura, el círculo “figura” nos parecerá más grande que el círculo “fondo” (Rock y Ebenholtz, 1959).

Como imaginarás, esta ilusión debe su apelativo “de Ebbinghaus” a su creador, Hermann Ebbinghaus (que vino a este mundo en 1950 y se fue para no volver en 1909 de una neumonía). Este señor no era un gran médico norteamericano que profundizó toda su vida en los estudios de la percepción, sino que era un filósofo y psicólogo prusiano (actualmente, sería alemán) que pasó la historia por ser de los más pioneros en llevar a cabo un estudio experimental (consigo mismo como sujeto) investigando sobre la memoria y el olvido que culminaría en 1885 con la publicación de obra por la que ha pasado a la historia: “Sobre la memoria” (un fenómeno el tito Hermann poniéndole títulos a los libros).

¿Y cómo acabaría este señor sacándose de la manga una ilusión perceptiva? Pues sería 5 años después de la publicación anterior cuando empezaría a tontear con la percepción y las ilusiones ópticas, pero unos años después lo echaron de la universidad en la que estaba y volvió a las andadas con la memoria, por lo que le duró poco el tonteo con la percepción pero fue lo suficiente como para traernos esta ilusión de la que hoy te hablo.

¿Y por qué elegí esta ilusión para hacer un trabajo de final de carrera? Porque es de esas ilusiones cuyo poder ilusorio no disminuye una vez conocemos cómo funciona la ilusión, me preguntaba cómo afectaría al poder de ilusión cambiar la figura geométrica (es decir, si se seguía dando y cuánto si en lugar de círculos poníamos cuadrados o triángulos). Y eso hice, junto con un amigo informático diseñamos un sencillo programa en el que 45 sujetos tenían que ajustar el tamaño de las figuras (círculos, triángulos y cuadrados) para que pareciesen iguales.

Te dejo por aquí abajo las muestras que los sujetos debían ajustar (de la misma manera que en la foto principal, las figuras que ves en ambos centros son exactamente iguales).

 

¿Qué? ¿Se parecen?

Entre los hallazgos que obtuve, la palma de error de estimación del tamaño por parte de nuestro cerebro se lo lleva cuando lo ponemos a ajustar triángulos, es decir, la diferencia de tamaño nos parece mucho mayor cuando ponemos triángulos (hasta un 19,84% más grande) que cuando ponemos círculos (12,3%). En cuanto a los cuadrados, se sigue calculando mal el tamaño pero no encontré tanta diferencia (13,45%).

Y con esta curiosidad me despido por hoy, espero que te haya resultado tan interesante de leer como para mí lo fue de investigar, nos vemos en la siguiente ilusión.