Reflexiones Narrativas

En este espacio se dan cita las reflexiones y divagaciones de Psinquieta y algunas de otros autores que me parecen dignas de enmarcar; deseo que este contenido te resulte de lo más nutritivo para tus inquietudes y problemas en los que ahora mismo te veas inmerso.

Paradójicamente, te recuerdo que la única verdad absoluta es que no hay verdades absolutas; es decir, ninguna de las publicaciones deben ser tomadas como verdades absolutas, tan sólo como reflexiones a tener en cuenta siempre en función del contexto en el que se esté hablando y que lo que hoy es cierto mañana podría no serlo.

Cada persona tenemos un camino y, consecuentemente, lo esperable es que te sientas más identificado o más atraído por algunas publicaciones y no te interese o no te haga vibrar el contenido de otras.

Espero que disfrutes de las reflexiones que aquí han confluido y que su moraleja o enseñanza te sea provechosa y agradable en mayor o menor medida.

 

Un abrazo,

Paco.

Introducción a las expectativas y las metas

En el día a día utilizamos ciertos términos que movilizan a pensar en el futuro: meta, expectativa, deseo, objetivo, esperanza, ilusión, propósito, suposición, plan, idea, etc. Generalmente, se suelen utilizar de manera bastante similar y en cierta medida lo son, pero hay matices por los que me gustaría dividirlos en tres grandes bloques: Bloque 1 (Meta, objetivo, propósito, plan): dependen de nosotros para llegar a materializarse, pueden ser más factibles o más inalcanzables. Bloque 2 (Expectativa, esperanza, suposición): no dependen de nosotros, no tenemos control sobre la posibilidad de que se materialicen, sino que dependen de lo que los demás hagan por nosotros. Bloque 3 (Idea, ilusión, deseo): son neutros, pueden ser del bloque 1 o el bloque 2 en función de en qué medida dependa de los demás para cumplirse. Si pongo en manos de los demás una meta que me he propuesto, ya no es una meta. Si estoy esperando a que una persona haga algo por mí, ese algo puede no llegar. Si un plan implica a alguien que no sea yo, el plan no se llevará a cabo como yo lo he trazado. Si deposito una expectativa en el otro, el otro no está obligado a satisfacer mi expectativa. Si supongo algo de una persona, puedo haber dado por supuesto algo que no es real. Si tengo la esperanza de que las cosas cambien, no estoy tomando parte activa en el cambio. Si deposito en los demás mis objetivos, pasan a ser esperanzas y expectativas. Si mi felicidad depende de las expectativas de que el otro me quiera y no de las metas para quererme a mí mismo, me enfadaré, me sentiré triste y condenaré a los demás por no hacerme feliz.

Leer más
Muerte y vida

En la mayoría de los casos, la muerte no es un problema para el que la experimenta ni en sí misma, pues para cuando una persona se considera que está clínicamente fallecida, no siente nada. En función de las creencias de cada uno, la muerte puede ser un punto y aparte (Cielo, Paraíso, Olimpo, Valhalla, Reencarnación…) y para otros un punto y final (polvo eres y en polvo te convertirás). Del mismo modo que la muerte no se da sin la vida, la vida carece de sentido sin un cierre.  Como diria E. Kübler-Ross, una prestigiosa psiquiatra que revolucionó (a mi parecer) la manera de entender la muerte, «Los miedos no evitan la muerte, frenan la vida». Y así es, muchas veces estamos más concentrados en que la persona no fallezca (incluso cuando los especialistas han determinado que poco se puede hacer ya) que en disfrutar los momentos que le queden por vivir a la persona, paradójicamente estamos tratando de que no se vaya pero a la vez lo estamos enterrando antes de fallecer. El verdadero problema se presenta a veces en el proceso denominado «Duelo», el cual no se inicia cuando la persona fallece, sino cuando las personas allegadas comienzan a tomar conciencia de que su amigo o familiar faltará en un futuro no muy lejano. En el duelo comienzan a aflorar sensaciones de deuda, culpa, remordimientos y demás sentimientos que nos alejan de sentirnos bien y que si no las abordamos de una manera sana terminarán enquistándose y pasando desapercibidos de manera silenciosa. El tiempo entierra y anestesia el sufrimiento pero, sin apenas ser conscientes, nuestro bienestar emocional se ve condicionado por la defunción de aquella persona que era importante para nosotros. ¿Por qué no puedo dejar de sentirme triste por alguien que ya no está? Esta segunda parte de la publicación va dirigida a personas que tras algún que otro año siguen arrastrando la pérdida de algún ser querido o tienen interés en reflexionar sobre el concepto de la muerte. Por este motivo, si has perdido a alguien recientemente, te desaconsejo encarecidamente que continúes con la lectura de esta publicación, pues puede añadir alcohol a heridas que aún sangran. De lo contrario, sigue el camino de baldosas amarillas. . . . . . . . . . . . . . . ¿Por qué no puedo dejar de sentirme triste por alguien que ya no está? Porque no aceptas que se haya ido. No quieres que las cosas sean como han sido; pero la vida es lo que es, no lo que queremos que sea. Quizá se fue sin despedirse; tal vez crees que estuvo en tu mano que se fuera antes de lo previsto; que un/a hij@ nunca debería enterrar a su padre/madre; puede ser que culpes a otros y creas que ‘te lo robaron’ o que le culpes a él por irse y dejarte ‘abandonad@’; incluso que si dejas de hablar con él/ella, de encender una vela de vez en cuando o de llevarle flores, caerá en el olvido. Sea cual fuere el motivo, en todos los casos no nos queda más remedio que aceptar que la persona ya no está, que hizo su vida y ésta empezó y terminó. Y esto es, en teoría, sencillo pero tremendamente complicado en la práctica, porque teníamos parte de nuestra vida vinculada a esa persona. La vida es un camino que tenemos que recorrer por nosotros mismos, al principio empezamos con unas personas y cuando terminamos el camino estamos rodeados de personas totalmente diferentes. Una buena manera de no sentirnos tan tristes por quien ya no está es despidiéndonos desde el amor, no porque no nos quede otra opción, sino porque es una manera sana de decir adiós si nos sentimos preparados para hacerlo: Sé que no te podías quedar más, nunca es buen momento para decirte adiós. Tengo claro que este camino tuyo se acabó aquí. Te voy a echar de menos, porque te quería mucho. He aprendido, aprendo y aprenderé de tus virtudes y de tus defectos. Pero ahora tengo que seguir mi camino sin ti a mi lado, pero siempre estarás conmigo.

Leer más
La terapia de los fármacos y las máquinas

¿Sabías que en inglés la palabra que distingue “fármaco” y “droga” no existe? Las dos son “drug”, donde queda claro que los fármacos también pueden ser considerados drogas si no se hace uso de las prescripciones y se acude a un facultativo para su consumo. Si tomamos medicación ansiolítica, antidepresiva o relajante muscular, debe ir prescrita por el médico especialista, pues muchos fármacos tienen un consumo que tiene que ser pautado por un especialista a la hora de empezar a consumirlo y a la hora de dejar de tomarlo por la dependencia que generan en el cuerpo. No sirve el “como hoy estoy más nervios@, pues… ¡me tomo dos!”, pues estamos cayendo en la automedicación y ese camino es algo peligroso desde el punto de vista del abuso y dependencia farmacológicos. El problema es que este tipo de medicación está tan socialmente aceptada que muchas personas no ven la peligrosidad que puede tener para el organismo y la mente el hecho de tomarla sin un control ni límite de un especialista en psiquiatría. Un caso similar ocurre con la adicción a los juegos o ludopatía, donde vemos como normal y agradable el hecho de jugar a la lotería en navidad con la familia y en el trabajo o de comprar un cupón de la ONCE cada vez que pisamos una caca de perro; y es cierto que no hay nada de malo en ello, pero debe consumirse de manera responsable y madura, pues esto puede desencadenar fácilmente una adicción si se da el caldo de cultivo adecuado. Pero la triste realidad es que existen personas verdaderamente dependientes a los juegos de azar, gastándose el dinero que apenas tienen porque no pueden dejar de soñar con que les toque el millón que ofrece como premio la máquina tragaperras de turno. Evidentemente, el premio nunca llega, o bien llega un premio de 500 euros cuando hemos gastado ya 2.000. En resumen, el hecho de que un fármaco/droga o un videojuego/juego de azar sea legal no significa que tengamos que bajar la guardia y permitirnos abusar de él por estar socialmente aceptada, pues podemos caer en adicciones tan serias como la adicción a la marihuana o a la heroína.

Leer más
El muro emocional

La mayoría tenemos muros emocionales, los levantamos nosotros mismos, es una manera de impedir que los sentimientos que llevamos por dentro salgan al exterior y sean conocidos por aquellas personas con las que nos rodeamos. No es más que una coraza que nos ponemos para así evitar compartir ciertas emociones o sentimientos con ciertas personas. ¿Cómo levantamos muros? No expresando los sentimientos (generalmente dolorosos) que llevamos por dentro. Bebiendo, fumando o drogándonos de cualquier otra forma hasta dejar a un lado (temporalmente) las emociones que nos inundan. Dejando que pase el tiempo sobre una situación que no hemos cerrado. Saliendo a hacer deporte intencionalmente para despejarnos y no dedicar tiempo posteriormente a abordar el problema por el que nos fuimos a hacer deporte. Mintiendo a las personas que nos rodean por “miedo a ser pesad@”, “no querer preocuparl@”, etc. Autoconvenciéndonos de que todo está bien y de que el tiempo todo lo cura. Culpando a los demás o a la mala suerte de lo que nos hace daño. ¿El muro tiene ventajas? Por supuesto que sí: Y… ¿los inconvenientes de este muro entonces? Estaba claro que no iba a ser gratis: En resumen, un muro emocional lo levantamos nosotros y a veces puede venirnos bien para tomar distancia, pero tarde o temprano tendremos que abordar lo que hayamos querido no exteriorizar, para así conocernos mejor a nosotros mismos y aprender a crecer con las experiencias que hemos vivido.

Leer más
¿Sabes de cuándo es el primer estudio científico de la psicología?

Quizá creas que la psicología es un invento moderno, y en cierto sentido lo es con respecto a otras cosas como la invención de la rueda, el descubrimiento la medición de la densidad (¡eureka!), el sistema de alcantarillado o los primeros enterramientos funerarios. El primer estudio científico de la psicología tuvo lugar en 1879; temprano, ¿eh? Pues aunque parezca mentira, así es. No tengo claro si podríamos hablar de que la psicología al completo es ciencia desde se entonces, pero sí de que se hizo uso de una metodología científica. La ocurrencia de crear el laboratorio la tuvo un tal Wilhelm Maximilian Wundt (1932-1920) en Leipzig (Alemania) y gracias a eso se le conoce como el padre de la psicología (como ciencia). Sus experimentos abordaban experimentos relacionados con los sentidos que hoy por hoy se consideran bastante simples, el bombazo de aquel entonces es que trató de medir ciertas variables, rechazaba todo aquello provisto de subjetividad y dejaba registro de lo que había hecho y cómo. ¿Y qué ha necesitado la psicología para ser una ciencia? 1) Que utilice el método científico. ¿Y eso qué es? Pues consiste en ver un fenómeno, documentarse, hacer hipótesis de por qué pasa lo que pasa en la naturaleza, tratar de medir experimentalmente el fenómeno a través de variables, analizar los resultados y extraer conclusiones y compartirlas con otros estudiosos. 2) Que sea replicable, es decir, que pueda llegar una persona a estudiar el mismo fenómeno y, con las mismas variables, obtenga unos resultados similares a los que yo obtuve en mi experimento. 3) Y también hace falta que estudie un campo concreto que no aborde otra disciplina (epistemología). Se asume que la psicología aborda, abreviando mucho la definición, el comportamiento humano. En resumen, que si te encuentras con alguno que diga que la psicología no es ciencia, te quitas en ese mismo momento el zapato, le pegas con él en la boca y después le compartes el enlace de este post. Lo de antes era broma, la violencia física siempre es y será la forma más primitiva de protesta. No se trata de convencer a los científicos ni de pegarle con el zapato a todas las voces disidentes con la psicología; siempre las habrá y las definiciones que damos a las cosas son muchas y van cambiando con el tiempo y siempre habrá cuatro afanados con un megáfono gritando “PSICOLOGÍA CIENCIA” en lugar de esforzarse en hacer crecer esta bonita disciplina que, los que la hemos estudiado, estamos enamorados vocacionalmente.

Leer más
El mejor momento no existe

 ¿Te suena algo de todo esto? “Hoy no, mañana” “Tengo que ver si me pongo” “Es que soy muy procastinador” “No le dejo porque va a cambiar” “Ahora no es buen momento” “Cuando me encuentre un poco mejor”  “Si me informo un poco más me pongo” “Es que me cae bien y me da pena” “Bastante he avanzado ya hoy” “Qué pereza, mejor me pongo Netflix un rato”  “A ver si saco tiempo para hacerlo” “Yo no sirvo para eso”  “A las horas que son, ya no puedo, otro día” “Mejor empiezo mañana que tengo más tiempo” “Hoy no estoy inspirad@” “Esperaré al momento perfecto” “Ya mejor lo dejo como propósito del año que viene” “No me va tan mal de momento” “Yo no sirvo para eso” “Es que no tengo todo lo que necesito” “Total, era una tontería hacerlo” A menudo, nos ponemos pretextos, montamos castillos de excusas y nos armamos hasta los dientes de razones por las cuales NO hacer algo pero…  ¿Qué impide que busquemos pretextos, montemos castillos de motivos y nos armemos de razones para SÍ hacer algo? Inseguridades, baja autoestima, dificultad para tomar decisiones, miedos, pereza… sinfín de razones. Por esto, la realidad da cuenta de que nunca existe un momento perfecto en el que hacer algo, cambiar el rumbo que llevamos o retomar una antigua actividad, pues los momentos perfectos no existen y a la vez cualquier momento es perfecto si es el que has decidido para empezar. No se trata de dejarse de excusas y armarse de motivos (que también es una vía aceptable como tantas otras, pero como profesional de la psicología siempre recomendaré la más enriquecedora y sana); se trata de ver por qué estamos poniendo esas excusas y estamos posponiendo algo que a priori nos apetece hacer. Una vez descubramos el origen del problema, la mayoría de las veces el problema se esfumará porque sabremos qué hacer. La mayoría de veces, el motivo por el que no nos ponemos manos a la obra es el miedo, o más bien la incerteza de no saber cómo hacerlo bien o qué nos deparará el futuro si emprendemos ese camino. Sea como fuere, lo bueno que tiene explorar esta segunda vía para resolver un “inmovilismo” es que nos permitirá, no sólo avanzar, sino que también conoceremos mejor una parte de nosotros mismos.

Leer más
No eres lo que te han contado

 No eres lo que te han contado, ni lo que te han amado. Tampoco fuiste tus trabajos, ni eres tus altibajos. No seas como esperan, ni actúes para que te vean. Nunca has sido un colectivo, ni eran los demás el motivo. No pudiste evitar el pasado, ni eres lo que te han criticado. Ningún futuro será como planeas, ni lo creerás cuando lo veas. No serás lo que estereotipaste, ni de quien te emancipaste. Nada te hicieron las amistades, ni fueron las hermandades. No creas a tus pensamientos, ni vayas al vaivén de los vientos. Eres, has sido, eras, fuiste, estás siendo y serás tú; no cabes en adjetivos ni en comparativas. Los demás irán exponiéndote, voluntaria o involuntariamente, a situaciones y te provocarán emociones que te harán descubrir quién eres, de ti depende escoger la opción de crecer de lo que te pasa o culpar a tu desdicha. Sólo puedes aceptar quien eres, encontrar aquello que está dentro de ti, tanto miedos como alegrías; eres todo eso y también más, virtudes que aún ni conoces y que sólo conocerás si siembras aprendizaje, autoconocimiento y amor propio. Quiérete mucho, ámate tanto que no sepas ni el porqué.

Leer más
Los límites del miedo adaptativo

Los miedos siempre han tenido un sentido evolutivo en los animales y están presentes toda la vida, pues ayudan a evitar peligros para así asegurar la propia supervivencia. A groso modo, algunos miedos son instintivos (otros animales, alturas, agua…), otros son aprendidos (atropellos, armas punzantes, fuego…) y otros, además de ser aprendidos, tienen un componente cultural (pérdida de un ser querido, despido, soledad…). ¿Y por qué los miedos los tenemos habitualmente entendidos como algo “malo”? Porque uno de los objetivos de los miedos es ayudarnos a anticipar un problema que puede generarnos dolor (no generan dolor por sí mismos, pues son tan sólo una emoción, el dolor se genera por anticipar un hipotético dolor futuro). ¿Cuándo podemos decir que nos hemos pasado de rosca con los miedos? Cuando esos miedos nos paralizan; cuando de tanto pensar en problemas futuros no avanzamos o cuando tenemos tanto miedo de que vuelva a pasarnos algo doloroso que dejamos pasar oportunidades que a priori nos apetecían. Empezamos a realizar acciones compensatorias para evitar afrontar esos miedos (evitar reuniones sociales, rechazar compromisos afectivos, no pasar por cierta zona, beber hasta dejar de pensar, etc.). Del mismo modo que ese miedo no lleva con nosotros 2 días, no existe un remedio mágico que nos ayude a sentirnos mejor en 2 días ni un único remedio para todas las personas. Tendremos que ir conociendo bien a ese miedo, aceptarlo (y aceptarnos con él, puesto que es nuestro) y entender, si eso es posible, por qué hemos llegado a generar ese miedo. Iremos desmarañando el ovillo de lana lleno de nudos, heridas, reproches y críticas que hemos ido liando con los años para ir poco a poco exponiéndonos, olvidando, creciendo y, en definitiva, sintiéndonos mejor con nosotros mismos y agradecidos con las experiencias que la vida nos enseña día tras día. ¿Es fácil? No ¿Merece la pena? Siempre

Leer más
Una de proyección psicológica

El común de los mortales disfruta apoyando y apoyándose en los demás, pues somos seres sociales y esto se ve reflejado en la influencia de la epigenética en nuestro ADN. De este modo, cuando a alguna persona con la que tenemos vinculación afectiva le ocurre algo que le está generando dolor, tratamos de confortarlo, animarlo o ayudarlo. ¿Qué es lo que ocurre? Que en muchas ocasiones ofrecemos la ayuda que a nosotros nos gustaría que nos diesen si fuésemos esa persona, pero eso no significa que sea lo que la persona requiere de nosotros en ese momento. Este fenómeno está relacionado con la proyección psicológica; a mí me gusta mucho definirlo con un refrán de andar por casa, que viene a decir “lo que dice Pedro de Juan, dice más de Pedro, que de Juan”. Es decir, lo que en este caso ofreceremos a la persona estará basado en nosotros mismos y no tanto en el problema de la persona ni en la persona misma. En efecto, la proyección se debilita y nuestro consejo será más pertinente o enriquecedor si tenemos algún referente objetivo sobre el que estemos aconsejando o bien somos buenos escuchadores y nos hemos empapado de cómo se siente la persona antes de brindarle nuestra ayuda o consejo. De no saber muy bien cómo aportarle a la persona, siempre es recomendable hacerle la siguiente pregunta a la persona que pretendemos ayudar: “¿te puedo ayudar en algo?”. Esta pregunta tan sencilla puede ayudar mucho más que cualquier tipo de confort que estemos dispuestos a ofrecer, pues permitirá a la persona expresarse e incluso la comprenderemos más que si damos por sentado lo que le ocurre y lo que necesita par sentirse mejor. Otras veces, la persona no sabrá lo que quiere o sólo necesitará de que estemos cerca, como suele ocurrir en los fallecimientos de seres queridos o rupturas de pareja. Teniendo en mente esta idea, he querido plasmarla en estas dos viñetas en clave de humor, ya que muchas veces se agolpan a nuestro alrededor personas deseosas de ayudarnos de manera genuina pero ninguna nos pregunta “¿qué te pasa?” o “¿te ayudo en algo?”, sino que nos mandan muchos consejos, hacen cosas por nosotros que no requeríamos o repescan un suceso de su pasado para aplicarlo a nuestro presente. Esto es algo de lo que intentamos no pecar los psicólogos, pues somos preguntones en terapia y lo habitual es que escuchéis bastante la frase “¿a qué te refieres con…?” para evitar caer en inferencias y suposiciones erróneas.

Leer más
¿Cómo se ayuda al que está mal?

En la mayoría de las personas está el querer ayudar a los demás como herramienta de socialización, sea por interés propio o por verdadera bondad y generosidad. Las situaciones de colaboración, cooperación, ayuda, simbiosis y mutualismo también se han visto en otras especies animales, por lo que se asume que es algo muy primigenio en la cadena evolutiva. ¿Cuál es el problema que cada vez se da más? En ocasiones acuden a mi consulta personas que no vienen a hablar de sí mismas, sino que vienen a solucionar preocupaciones que tienen con respecto al inmovilismo de algún familiar o ser querido; incluso se interesan por ver qué aspectos de sí mismos tienen que cambiar “para que la otra persona vuelva a quererles”, “les haga caso” o “ayuden a que el otro deje de sufrir”. Tristemente, ese camino es en muchas ocasiones un callejón sin salida. Puedes acompañar en el proceso a una persona que se encuentre estática situacionalmente, pero jamás podrás sacar de la quietud a quien no pretenda moverse. En nosotros tendremos que explorar por qué necesitamos ayudar a los demás hasta tal punto de acudir nosotros a terapia. En multitud de ocasiones, suelen ser personas con verdadera vocación de entrega a los demás, pero siempre en detrimento de cuidarse a sí mismas; es decir, ven más fácil querer y ayudar a los demás que querer y ayudarse a sí mismas. Pero como digo, pueden ser tantas las opciones como personas pisan la tierra; es cuestión de que, si te identificas con esta actitud, busques en ti el motor que te está moviendo a querer sacar las castañas del fuego a tu allegado. Resumiendo, no podemos vivir ninguna vida que no sea la nuestra; cuando trates de espantar los miedos de otro, sacar de un proceso depresivo a un familiar, querer que tu hijo salga más de la habitación… es posible que encuentres frustración y algo de rabia, pues estás tratando de interrumpir el proceso de crecimiento de una persona y estás dejando de lado el tuyo personal.

Leer más